Give me
your tired, your poor,
Your huddled
masses yearning to breathe free,
The wretched
refuse of your teeming shore.
El cuervo robó el sol,
un disco apenas
refulgente
tras el velo de la humarada,
los bosques prehistóricos arden
no muy lejos de aquí.
Sigue el adusto Moloch quemando niños
donde las torres inmortales
sirven de asta a la bandera soberbia
y los puentes dan lecho
a los parias de la
nación.
En las reservas se levantan tótems al dólar,
los pumas acechan las casas prefabricadas,
se hacinan los galopes en la pradera,
los chicanos panzones en sus pickups.
Una caja sorpresa destapa
una cadena de restaurantes de comida basura
que prolifera con los casinos
en los márgenes de la carretera.
Cerdos en Harley
atraviesan el sueño, la tierra prometida
armada hasta los dientes: En Dios confiamos.
Acampa en las aceras
la escoria contorsionista
del papel de plata y fentanilo,
se arremolina estática en posturas imposibles.
La cochambre es un monólogo extendido
de tics, cabeceos y sacudidas.
Muebles desvencijados del panorama urbano,
la vivienda es un espejismo.
El negro vesánico y sus muñones
lanza improperios desde su silla de ruedas.
Gritan las calles,
lloran las calles,
asaltan las calles,
violan las calles
del viejo downtown.
—Me asfixio—, solloza alguien
pero no tiene dinero.
—Cómo le explico, señor agente,
que la raza es un constructo—.
Grandes coches, grandes cafés y
grandes refrescos,
mayor mentira, mayor fervor,
exorbitantes pretextos para triunfar,
esclavizarse en gloriosa soledad,
a los intrusos se les aplicará
todo el peso de la ley.
La fachada amable de los rostros,
(quién dijo paroxismo patriota)
la sonrisa superficial de niñatos de clase alta
está cargada de buenas intenciones,
el veterano de guerra
exige su limosna
junto a un saco de latas retornables.
La camarera con un guiño
me sirve un par de huevos
y otro aguachirri en el diner.
Afuera, en la valla
publicitaria,
alientan a salvar vidas
guardando las pistolas bajo
llave.
Los troncos de conífera duermen
varados
a orillas del Pacífico.
El cuervo perforó la bruma
y se esfumó en la vastedad
con una pepita de oro en el pico.